Con la Honda de David en la cintura
de cadencias milenarias
de la Salomé pecadora.
Háblame Salomón del Templo,
del cuadrante de tu mirar impuro
con la vista perfecta del Adonai milenario.
Entreteje del nuevo, como del viejo
los rayos creadores de la ley que domina
los espasmos salobres del océano de mis deseos.
Entra en los terrenos del sagrero y como Onán
mortifica con la impudicia de los dedos el puño
impotente, que dejara de ser, cuando los velos
cubran su cuerpo o cuando el amanecer cansado
dé paso al nuevo día, en la continuidad eterna del
tiempo.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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