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sábado, 27 de abril de 2013

LOS ESCOGIDOS


Que sientes cuando sientes?  Que te lleva a pensar lo sentido?  Cuando oras o rezas en el espacio pequeño reservado a el Dios que mantienes en el bolsillo izquierdo de tu pantalón negro, con nombres diferente, desde  el  Iahveh judío hasta el Cristo de Belén al Ala de la meca, pasando por el Siddhartha Gautama, pastor  de las hierbas que amamantan las creencia de  todos los millones que amparados en su verdad divina se  esconden  en el Tigris ampuloso que desemboca incontinente en el pérsico profundo.
Y los dioses de hojas, piedras y huesos de los  Africanos en la esencia pura  del atabal de cuero de sus tambores en el Asase Ya del Abassi, similar en la estructura del edén  que a fuego y espada de acero catequizo a las Américas en hogueras profundas de cuerpos palpitantes en nombre del amor divino de un Dios que creamos en base a nuestras necesidades inmediatas de pequeñez terrenal.
Y los dos mil dioses que en cinco mil años han paseado por el vasto territorio chino y los taos del Japón que vagan impenitentes  en el fujiyama en la espera de Amaterasu en el sintoísmo envolvente o en el shinto amamantador de ocho mil dioses en su panteón que declara sin rubor alguno, de la nada a la nada.
Cuando declaremos nuestra profunda FE, nuestra entrega absoluta sobre lo que profesamos, sobre todo si la vida en un prodigio de encanto, mantiene con holgadas reservas nuestros espacios críticos llenos, no olvidemos, si queremos agradar nuestro ego, Dios está en otra liga, muy diferente, pero muy diferente, no creamos que podemos interpretarlo, que nuestra ignorancia no nos lleve a  ponerlo al lado de nuestra incapacidad humana.

Que nuestra entrega, que proclamamos de manera sostenida en los medios, donde queremos aparentar que somos bendecidos y escogidos en el principio divino de la cucara macara en la lotería del club del cielo, donde estamos inscritos como miembros preferenciales no nos haga olvidar que todos los días mueren ocho mil niños de hambre, que por desgracia no pertenecen, como nosotros, al club de los escogidos. 
Y,  a los que tenemos la obligación moral de ayudar o si no callarnos y no ofender a Dios con nuestro protagonismo obtuso, desmedido y falso.
 

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