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sábado, 4 de mayo de 2013

LA CADENA





Tengo tantas cosas que hablar contigo, cosas, que no sabes, o que de tanto saber, has echado al olvido, a ese rincón oscuro donde depositamos de tanto en tanto las cuestiones tediosas que nos circundan por saberlas o por haberlas sabido, tengo por deber decirte lo que debo,  por querer decirte, en este páramo inconcluso donde a veces decimos con gruñidos terminantes, lo que no expresamos con palabras, por temor a no oir el ruido intimo de nuestros fracasos o del triunfo que solapado se mete solitario en la imagen del espejo que nos mira.

Fuiste yo en tus comienzos, aun mucho antes de ser tú, en ese dejo de placer efímero que trajeron las lluvias de mayo en el terreno fértil del abril extenso, cuando las flores se abren a la primavera en el deshielo angustiante del invierno, cuando los ríos desatan sus causes.

Eres yo, navegando pirata, la sangre del comienzo de tu historia, en todas las historias que contaras al borde de los leños de la hoguera que soplaras, en la yesca del principio, tu principio, en este final que es mío, como tuya serán, navegante, las gaviotas acoradas al futuro.

Muchas veces estuve ausente cuando el calor de la fiebre te agobiaba, o cuando un dolor, de esos que a tus años, tocan con frecuencia la ventana, no llegue con mi mano a acariciarte ni a decirte con el bálsamo de la palabra que te amo.  Y, cuando algún sueño, retozón, te despertó con temor de madrugada, no oíste mi voz, para ahuyentar las sombras y encender la luz que aleja el miedo.

A veces tus preguntas, no encontraron mis respuestas, ni entendí que por alguna suerte de sortilegio, supieras  sin decirte  mis deseos, qué podrían no ser  tuyos, como no logro entender tu fanatismo por New York, estando mi corazón con Boston, ni porque no te gusta Sabina ni Serrat y cuando oigo a Vivaldi te alejas en silencio.

Eres otro mundo, eres el futuro, eres la magia de la vida, eres yo en un nuevo espacio, como soy tu en las líneas del pasado y como Jano, eres la cara del mañana y yo la del ayer en este ayer tan cercano al olvido, como tú, cerrajero, en abrir las rendijas del futuro y plantar tu semilla en la  impronta de la vida.

Cuando juzgues, que lo harás, concédeme como atenuante de culpa, que independientemente de mis yerros, muchos y frecuentes, nunca ha sido tan sublime la palabra, nunca el grado de amor en la escala del sentimiento humano, nunca el  calor de la esperanza y menos el temor al olvido, cuando sale de mis labios y de mi corazón tu nombre...Hijo.

Asdrovel A. Tejeda