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sábado, 15 de septiembre de 2007

EL LARGO BOOMERANG DE SEPTIEMBRE


El largo boomerang de septiembre
- por César Sánchez Beras
“ Yo soñé con aviones que nublaban el día
justo cuando la gente más cantaba y reía
Si pienso que fui hecho para soñar el sol
y para decir cosas que despierten amor
cómo es posible entonces
que duerma entre saltos de angustia y dolor.

Anoche tuve un sueño que nadie merecía
cuánto de pesadilla quedará todavía...”
- Silvio Rodríguez-

La historia de la humanidad está signada por acontecimientos políticos, sociales y culturales que conforman hitos en la vida de las personas y los pueblos. Algunos de estos hechos han sido de tal magnitud que transformaron drásticamente las vidas de quienes fueron testigos de ellos o de quienes simplemente fueron beneficiarios oblicuos de sus efectos. Otros, los más, desconocen las causas de los mismos y se limitan a ni siquiera imaginar cómo era la vida simple sin tales eventos.

Uno de esos eventos podría ser la conquista del “ Nuevo Mundo” y su obvia demostración de que el mundo es “redondo”. Otro que podríamos señalar, sería la llegada del hombre a la luna en la década de los años 60 y que desde la fecha a muchos, como a mí, nos impactó hasta estos días.

Otro hecho que marca la vida de los terrícolas es sin duda la desaparición física de tantos seres humanos a partir del lanzamiento de la Primera Bomba Atómica en Hiroshima. Igualmente la destrucción del Muro de Berlín, tras el desmoronamiento de poder socialista en Europa, puso al descubierto las miserias humanas que pueden incubar los individuos en contra de sus mismos coetáneos.

Pero sin duda alguna las imágenes más imborrables de los últimos tiempos, son las desgarradoras muestras de impotencia de los miles de habitantes de Nueva York, ante el envilecimiento de los que derribaron las Torres Gemelas de la Gran Manzana. Pocas personas en el mundo podrán sustraerse a la congoja colectiva de quienes padecieron aquella pesadilla en la mañana neoyorquina de septiembre del 2001.

Independientemente de qué lado del mundo ideológico usted se encuentre, el hecho irrevocable de esa hecatombe, ocupa un lugar insustituible en los anales de los crímenes contra la humanidad. Hay quienes un año después de aquello, aunque removidos los restos de los edificios y aseado el recinto del Bajo Manhattan, todavía llevan en sus adentros, las enormes cortinas de humo de los edificios, los gritos de los que saltaban al vacío y el paisaje desolador de los escombros.

El próximo 11 de septiembre el mundo “Americano” versión USA, levantará las banderas por nuestros muertos caídos impunemente bajo la guadaña del terrorismo, se levantarán estatuas en recordación inequívoca de las víctimas y que con el tiempo se poblarán de palomas domingueras igualando el mármol para los héroes, con las piedras que se amontonaron para recordar a uno que otro poeta o soldado desconocido.

El 11 de septiembre re-sufriremos aquel tenebroso día y todos, absolutamente todos veremos cortesía de Coca Cola, Ford y Master Card, los ángulos inéditos de la reciente desgracia. Simultáneamente, globalizadamente, digitalmente, seremos recipientes de los adelantos de la tecnología para propagar el dolor nuestro y ajeno, pero nada de lo que hagamos, será lo suficientemente idóneo para traer a la vida a uno solo de los que murieron sin saber qué significa Al Qaeda, porque Estados Unidos apoya a Israel, y mucho menos donde queda la Franja de Gaza.

El próximo 11 de septiembre Santiago de Chile también recordará su septiembre negro, el que derribó dos torres de dignidad americanista, dos portentos del respeto al ser humano. Aunque con 28 años de distancia, larga en la conciencia de los culpables y fresca en la memorias de los vejados, también recordaremos a Salvador Allende y al Premio Nóbel Pablo Neruda.

El Dr. Salvador Allende, el médico de profesión y conductor de masas por voluntad del pueblo, el que renunció a su puesto en el congreso para ser patólogo en clínica rural, el creador del proyecto de nacionalización del cobre chileno, el marido de Hortensia Bussi, cayó ese día víctima directa de los bombardeos al Palacio de la Moneda.

Neftalí Reyes, el hijo del minero, el poeta de los sindicatos, el de los 20 Poemas de Amor y el del Canto de Amor a Stalingrado, el de la palabra comprometida sólo con la verdad sencilla de los trabajadores o simplemente, Pablo Neruda, el que cayó víctima del dolor por la muerte del hermano, el compañero de lucha, el amigo entrañable, el brazo solidario.

Aquel fatídico día la misma guadaña del terrorismo lanzó su boomerang de espanto y genocidio. Aunque con distinta máscara, aunque con diferentes nombres, aunque con uniformes diseñados por modistos del viejo hit parade de la moda del exterminio, era la misma parca inexorable e injusta. Ayer inglés en un claro modo imperativo, hoy en lengua árabe, persa o pakistaní. Ayer con Kepis de 5 estrellas procedente de la primera graduación de la West Point y hoy con turbantes nacidos en los desiertos entre beduinos y camellos. Ayer y hoy por las fobias y los miedos, ayer y hoy por la exclusión del otro, ayer y hoy por negar las culturas y las ideologías, ayer y hoy por el caos y la carrera armamentista que beneficia a unos cuantos, ayer y hoy por la ambición de gobernar un mundo cuando no podemos gobernar nuestros propios defectos. Ayer y hoy sin ninguna razón para la insensatez, la deshumanización y la barbarie.

Entre el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile y el septiembre 11 del 2001, en la mañana imborrable del Nueva York convulsionado, el boomerang del karma social tardó 28 años en regresar con su larga estela de dolor y sufrimiento. Hoy el boomerang de la injusticia y la indolencia social, de la prepotencia política y de la devastación del hábitat ajeno ha sido lanzado, solamente tenemos dos caminos: Cambiamos la órbita que describe este anatema lanzado por nuestros errores o esperamos el inevitable regreso de lo que pusimos en el espejo de la tragicomedia humana.

* El autor es abogado y maestro en LHS.

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