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viernes, 22 de enero de 2010

CANTARES POR HAITI


NADA PERMANECE TANTO COMO EL LLANTO


¿En qué preciso momento se separo la vida de nosotros,
en qué lugar,
en qué recodo del camino?
¿En cuál de nuestras travesías se detuvo el amor
para decimos adiós?
Nada ha sido tan duro como permanecer de rodillas.
Nada ha dolido tanto a nuestro corazón
como colgar de nuestros labios la palabra amargura.
¿Por qué anduvimos este trecho desprovistos de abrigo?
¿En cuál de nuestras manos se detuvo el viento
para romper nuestras venas
y saborear nuestra sangre?
Caminar... ¿Hacia dónde?
¿Con qué motivo?
Andar con el corazón atado,
llagadas las espaldas donde la noche se acumula,
¿para qué?, ¿hacia dónde?,
¿Qué ha sido de nosotros?
Hemos recorrido largos caminos.
Hemos sembrado nuestra angustia
en el lugar más profundo de nuestro corazón.
¡Nos duele la misericordia de algunos hombres!
Conquistar nuevos continentes, ¿quién lo pretende?
Amar nuevos rostros, ¿quién lo desea?
Todo ha sido arrastrado por las rigolas.
No supimos dialogar con el viento y partir,
sentarnos sobre los árboles intuyendo próxima la partida.
Nos depositamos sobre nuestra sangre
sin acordamos de que en otros corazones el mismo líquido ardía
o se derramaba combatido y combatiendo.
¿Qué silencios nos quedan por recorrer?
¿Qué senderos aguardan nuestro paso?
Cualquier camino nos inspira la misma angustia,
el mismo temor por la vida.
Nos mutilamos al recogemos en nosotros,
nos hicimos menos humanidad.
Y ahora,
solos,
combatidos,
comprendemos que el hombre que somos
es porque otros han sido.


II


Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
Basta con apretar un botón
y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.
Ni es necesario argüir que desprecia al amo.
Basta con proclamar -ceñuda la frente-
que comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte siglos,
dos mil años de combatida pureza,
dos mil años de sonrisas clandestinas,
dos mil años de hartura para los príncipes.
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
La noche,
los rincones,
no,
nada de eso sirve ya.
Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.
No cuenta el asesinato con los pacientes,
No cuenta el príncipe con los sumisos.
Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.
El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.
Y los otros,
Aquellos que presencian la matanza sentenciando:
"Locos, habeis tocado a la puerta de la muerte
y ella se quedó en vosotros!"
Esos
Solo saben predecir la muerte,
No han aprendido a combatirla.
No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón
Ni a ganar la patria para el hombre.
Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!

Jacques Viaux Renaud
poeta nacido en Haiti el 28 de julio del 1941 y muerto en combate por la libertad de los dominicanos en Santo Domingo,15 de junio del 1965




Poema Dominí de Pedro Mir


En tu peñón solitario
lleno de olvido y dolor,
estrictamente salario,
perpetuamente sudor.

En tu girón de archipiélago
de ron y cañaveral,
chupado por el murciélago
numeroso del central.

En tu estirpe de malarias
secretas como tu voz,
llena de angustias agrarias
y de silencio feroz;

Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.

A pesar de tantos daños,
tanto silencio, a pesar
de tantos sufridos años
sin comprender, sin pelear;

a pesar de que tu islote
cierra el horizonte y vas
solo como un galeote
solo y sin brisa quizás;

Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.

Y que tus golpes los cargas
en tu solitaria piel,
y que tus noches amargas
te son solas, te son hiel;

Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Te acosa el hambre y el dolo,
sólo que tú no estás solo,
y hoy que miran hacia tí
tantos hombres y mujeres
¿qué te pasa, Dominí?

Hay un mundo de quehaceres
y tú duermes o algo así.

O algo más entrañado…
Como si una soledad
desenvolviera a tu lado
sólo sombras, sólo edad.

Como si el tiempo y el agua
que sollozan en tu pie,
o el sol que nace en la fragua
y va a morir al café,

o la niña junto al río
y tú en tu cañaveral
y la tierra y el bohío
fueran todos del central

y el hambre y los goterones
de sangre y lágrimas y
sudor agrio, en los terrones
de tu patria, para tí

fueran solamente. Fueran
sólo de tu soledad.
Y como si hoy estuvieran
solos los hombres de edad,

y las mujeres de espera
y los jóvenes de amor.
Como si el mundo no fuera
hoy tu apoyo y tu vigor:

miles de manos y fuegos
de millones en un haz;
de soldados, de labriegos,
de los que llenan la paz

de alegría y de esperanza,
de los que van al taller
o vienen de la labranza,
de los que saben leer…

De aquél que no, pero sabe
tu lomo herido y tu voz,
llena de un silencio grave
y de un agravio precoz.

Del ecuador hasta el polo
hoy todos luchan por tí.
Te acosa el hambre y el dolo
sólo que tú no estás solo
¡Dominí, no estás tan solo,
no estás solo, Domini! Don Pedro Mir, poeta nacional dominicano dominicano. prestado del periodico siglo 21

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