La canción sonaba una y otra vez en un viejo tocadiscos, en una silla sentado cabizbaja un hombre en su mano un vaso, en cada trago, bebía recuerdos lejanos de su pasado, la música seguía sonando y con sus acordes la tristeza, veloz y taciturna se hacía presente, en los arcanos secretos de su alma.
Solo quería siete minutos, pensaba, siete minutos pedía, como los siete pecados capitales que hubiese recorridos uno a uno y vueltos a recorrer en cada poro de su cuerpo, en cada hoyo negro cercano a su Ganimedes con mi osa mayor satisfecha y prendida de los siete colores del arcoíris como si fueran las siete notas musicales.
Vuela dolor, vuela amor ay, ay amor te me vas a volar, seguía sonando y el levantaba la copa y bebía y en cada trago pretendía borrar el recuerdo y con cada trago el recuerdo levantaba el dolor del pasado que le envolvía el presente cada siete minutos, los siete días de la semana en cada mar, siete, que le corrían por las venas, en todas las venas de su pena.
Vuela dolor, vuela… y los recuerdos como un simum el viento mortal del desierto, que hace dunas nuevas con las dunas viejas que arrastra, pero las primeras nunca serán las ultimas, como no serán las ultimas las primeras, mas sin embargo, la arena que está en el fondo llegó de la cima, como algún día esa del fondo volverá a ser besada, en la cima, por el sol del mediodía.
Se levantó lentamente, apagó su viejo tocadiscos, abrió la puerta y salió a la vereda de su patio, una gran sonrisa iluminó su rostro, comenzó a caminar…………Quería confundirse con el viento.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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