De un pétalo a la rosa, de una lagrima al ojo, del sereno pensamiento al mirar los meandros donde alguna vez corrió el agua.
De la espiga que se esparce y es llevada por el viento ligera y triste la espiga se muda del muladar se preña crece y abunda, su flor no recuerda, olvida!! Que alguna vez hubo dolor, sequia, falta la lluvia y de la mano quemada que le dio cuido y valor.
De la ventana que un día abrió para mi tu mano, de ese cuarto que atesora tus intimas convicciones tus pensamientos, tus cuitas y el pecado constante de querer ser pecadora dueña del torrente del pozo de mis deseos. Simiente de mis simientes en el altibajo constante de los aullidos primarios.
De la tumba solitaria debajo de la escalera, con cada hueso una mueca con cada mueca una pena, como ahonda la tristeza de canales y de riego, como llega frio el olvido, como el olvido llega desgajándose de pena.
Del olor del pan al horno, de la lluvia cuando moja y del constante sonido de la risa del más triste que espera con esperanza ver tu alma enternecida, del que espera con paciencia, su rabia ya contenida que abunden no solo estrellas, relámpagos y quimeras, vanas razones, cuentas firmes y macro progreso sostenido, espera, oye se calla y sigue esperando seco, la leche para su hijo, la semilla para el surco y otro guayacán que crezca tan fuerte como el primero a la orilla del camino o a la vera de la tumba.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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