El Amazonas con el verdor profundo de su mapa arbóreo sus ruidos palpitantes de vida y su vida de ruidos palpitantes, sus cascadas, sus arroyos, sus ríos caudalosos, pintados de colores, sus Yanomamis, Boroboro,guaranies,awa o Maku con el curare divino de su caza, en la caza primera de la vida.
El Amazonas, cinta inconmensurable de aguas profundas que a veces turbulentas remecen soberanas las canoas. Desde el encuentro de las aguas en Manaos hasta el Iquitos de entrada al Perú del Cuzco Imperial.
Los Mexicas de Tenochtitlán en sus ofrenda de sangre, alimentadoras de las serpientes golosas de Tonatiuh o el Quetzalcóatl arrepentido que se marcha con la promesa implícita de volver en naves grandiosas en busca de Malinche que cobijo la noche negra de un Cortez enamorado.
La increíble fuerza del mar de Bering con sus oleajes montañosos su istmo de entrada que Vitus nunca imagino fue la puerta utilizada por Asia para trashumar curiosa por la América que no era. Con su Yukón imponente, carretera vial del Klondike del oro.
Las Vegas con todos los pecados capitales o el cañon de colorado, con el mojave de fondo, donde Dios se entretuvo en pintar con pinceles celestes todos los colores de la palestra. El Mississippi desde su nacimiento en el lago Itasca hasta su desembocadura en el golfo de México.
Ulán Bator nómada, cerril, ventana del Gobi estepas desértica con mantos de arena y donde el airag quita las penas de la fatiga y en sus noches oscuras puedes escuchar el ulular de las hordas de Gengis el kan del imperio mongol en busca de Borta y sus treinta y seis concubinas para un kuritai de caricias.
Ninguna región, paisaje, desierto, rio o ciudad, visitada o por visitar comprime y alegra mi corazón elevándome en la sintonía perfecta del alma, cuando al doblar la vuelta de la paloma, contemplo recostada con un dejo de coquetería manifiesta el Ocoa sublime del Maniel impenitente.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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