RENE DEL RISCO BERMUDEZ
Biografía
Nació en San Pedro de Macorís el 9 de mayo de 1937. Nieto del poeta Federico Bermúdez. Su vida transcurrió en un ambiente de precocidad que lo haría alcanzar en poco tiempo el bachillerato. A temprana edad produjo composiciones poéticas que asombraron a todos, desempeñándose también como actor en veladas infantiles y como autor de canciones. Más tarde empezó en Santo Domingo sus estudios de derecho, interrumpidos por su vocación política que lo llevaría a luchar contra la dictadura hasta el extremo de ser llevado a prisión y enviado a un forzoso exilio a Puerto Rico. Regresa al país y se dedica con mayor entusiasmo a la lucha política, fundando con otros escritores jóvenes el grupo denominado "El Puño" durante los días de la guerra de abril de 1965. En 1966 uno de sus cuentos es premiado por la sociedad cultural "La Máscara". Su primer libro de poemas, titulado El viento frío, es eminentemente autobiográfico. Aunque rodeado de muerte por todas partes, en estos poemas, según nos dice, desea poner sus palabras del lado de la vida. Porque el amor siempre estuvo unido a sus preocupaciones y está presente en sus más crudos poemas de lucha.
Muere en Santo Domingo el 20 de diciembre de 1972, a causa de un accidente automovilístico, cuando ya empezaba a producir su obra de madurez, cuando las formas poéticas comenzaban a entregársele.
DOS POEMAS DE RENE DEL RISCO BERMUDEZ
Eurídice Invencible
Digo amor
y es el tiempo de los pasos cantando
y la invencible alondra que cuidó nuestro invierno.
Digo amor
y de pronto principio a conocerte
inmóvil junto al muro
con tu voz resignada...
Digo amor
y camino buscándote el aliento
con la misma mirada con que escribí tu nombre
al sur de aquella tarde
que, tibio, el mar lamía,
para que tú me dieras tu beso repetido.
Digo amor,
y regresas hacia los pastizales
aromados de lluvias y cercanas violetas;
tu cabeza de niña busca el dormido pecho
donde los días sueñan con tu risa y tu frente.
Digo amor
y hago un alto bajo el cielo que rueda
hacia ti suavemente, como rueda este canto
con que yo te recuerdo imperdonablemente...
Digo amor,
y esta isla tendrá tu nombre:
Eurídice...!
Meditación en la Guerra
Todos lo sabían.
Lo sabía el leñador desde su alba sudorosa.
Lo sabía el albañil ,
el hacedor de libros,
y el pescador...
También lo sabía el viento
cuando traía el agrio olor de los cadáveres,
y la novia que se quedaba sola,
y la Madre con los labios partidos
por el llanto...
Lo sabían también...
Lo sabían todos
sin preguntarse el día,
el sitio de las llamas,
el hogar del polvo y agria brisa.
Hasta los hombres timoratos lo sabían
sin querer repetírselo
hundiéndose en la cama por las noches
para no escuchar el estallido...
Todos lo sabían...
Por miedo, lo sabían.
Por odio, lo sabían.
Por el luto
y la costumbre,
lo sabían...
Todos estaban ciertos...
Vendría un turbio día de paredes calientes;
un día amarillento,
subterráneo,
anegado en aguas extrañas,
y cabezas de musgo endurecido...
Sería un día de largas uñas
y de fuerte madera bajo el brazo.
La misma forma del plomo
la tomaría la luz en las esquinas,
se alejarían las dulces cabelleras queridas
en una niebla de terror...
Nombres que eran para el amor
parecerían palabras enemigas;
y todo caería de repente
en el pozo del miedo,
en un sórdido túnel
con animales que huyen de la muerte...!
Todos estaban ciertos.
Vendría el momento de los dedos retorcidos
como raíces en la tierra.
Vendría el momento de las bocas rotas
contra el cemento y los cristales.
Vendría el momento del corazón crujiendo,
apretándose como un puño,
o una piedra...
Vendría para todos...
Vendría.
Primero fue la voz
y la pisada...
Después, la boca del fusil
y el golpe.
Luego vino la llama,
y fue la risa y la mano
en las cenizas,
el duro cráneo bajo el metal y el ruido
y los quemados pájaros
y la soledad...
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