Llueve profundamente
y los relámpagos con sus destellos,
alumbran por un instante y me deja ver, las nubes acumuladas en el horizonte.
Llueve y ni siquiera el consuelo de oír el repiqueteo de la lluvia,
multiplicado por mil, en el techo que algún día nos cobijo, mientras el amor, retozón,
se escondía debajo de la sabana, junto a tu cuerpo desnudo. Llueve y empiezo a oír
los truenos y, recuerdo la canción de
tus quejidos, cuando minero, ahondaba en la veta de tu oro prohibido. Llueve,
si, llueve en mi alma desde que te fuiste solitaria con los vientos de octubre,
en este octubre cruel que moja todo los
rincones del recuerdo.
Asdrovel A. Tejeda
Asdrovel A. Tejeda
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