Una oscuridad lóbrega envolvía la noche con un manto silente de nostalgias, la lluvia caía en torrentes empapando el duro suelo, salpicando el piso de tierra de la casucha,donde en un rincón en cuclillas y taciturno, la misma imagen de la desesperanza se esforzaba en encender una yesca de leña.
Carajo,cuanta humedad,cuanto hastío, cuanto esperar de la espera,si supiera con certeza segura, mañana mismo tomaría el camino y me iría como todos,dejaría estos campos que me consumen la vida,si llueve se anegan como laguna chiquita del diluvio y si no,el sol los cuartea como venas de pena.
No siempre fue así,rememora,antes de que tumbaran los arboles de la ladera,para ganar terreno al monte,antes de que los jóvenes se fueran a buscar otros sueños,en un idioma de afuera,antes de que la patria y el trabajo fueran mas que algunas palabras amontonadas de forma cualquiera.
De repente y como por ensalmo,la lluvia cesó dando paso a un viento agradable con aroma de eucalipto y yerba buena,el fuego encendió con alegre crepitar de melodías primigenias y una amapola se abrió en el marco de la entrada,pintando una sonrisa tierna en el rostro del que creyó por tanto tiempo en otro amanecer.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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