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viernes, 14 de enero de 2011

CARTA ABIERTA AL HOMBRE DEL NUEVO MILENIO

Querido Ser Humano:


Quizás no tengas tiempo para leer estas palabras que nacen de un corazón atormentado, quizás entre la prisa de las computadoras y la bolsa de valores, no encuentres un hálito de vida, un momento de sosiego, para ver que quien te escribe, irremediablemente es parte de ti aunque hayamos nacidos de cuerpos diferentes. Yo entiendo que la vida es tan breve, reconozco que su ritmo es tan vertiginoso, que

cuando yo termine de garabatear esta cuartilla insulsa, habrán muerto de desnutrición miles de hermanos en las ricas tierras de Sudáfrica. Otros tantos, cuando termine este párrafo, estarán condenados a muerte por epidemias o muriendo en el camino hacia otros territorios, huyendo de sus tierras sin otra razón que ser víctimas del genocidio por
parte de sus propios hermanos.


Ahora mismo, somos un producto fantástico de la ciencia y de la cibernética, hemos domado el caballo de la tecnología y arrodillado el átomo a los caprichos de las maquinaciones. Hemos roto las barreras que dividen lo real de lo virtual maravilloso y sin embargo miro a mí alrededor y no encuentro la risa de los hombres; hemos dejado

en un tramo del tortuoso camino del género humano, el encanto que tiene la ilusión y la inocencia, únicas llaves para llegar a la esperanza.


No quiero perturbar el rumbo de tus días ni el ritmo de tus cosas, pero nuestra relación recién cumple dos mil años y aun tengo tantas preguntas sin respuestas. Hay tantos ríos que nacen de la vida y mueren sin encontrar sus justos cauces, hay tantos surcos tendidos a los sueños y pocos hombres que quieren ser semillas. Hay tantas páginas en blanco en el libro de las realizaciones, tantas ventanas abiertas a

las miradas limpias de soñadores nuevos, hay tantos horizontes suspendidos en las alas pavorosas de nuestras utopías, que me animo a escribirte esta cuartilla para pedirte que apostemos a la vida.


Que a pesar de las guerras, apostemos a la inocencia de la rosa, que a pesar del horror y la tortura, apostemos al amor y a la poesía, que a pesar del engaño y las trincheras, apostemos a la verdad y a la vigilia.

Quiero pedirte en nombre de todos los que iniciamos el nuevo amanecer de este milenio, que a pesar del odio y las fronteras, apostemos al abrazo y a la danza, que a pesar del dolor y de la inquina, apostemos al amor y a la ternura. Y sobre todo, hermano, que a pesar de la encrucijada de unos pocos, apostemos entre todos a la vida.

Tu hermano,


César Sánchez Beras