Llegó cargado de sueños, nadie sabe de dónde, remando un Viejo bote de madera a la rivera manchada de esperanzas tardías, al caracol histórico del viejo sinfín trunco de la nada y de la espera. Al desembarcar un grupo variopinto, sentados en la mesa del dominó tejían en la chercha cotidiana la estrategia del cambio necesario.
El doble seis cierra el juego, oyó en el jadeo del esfuerzo, dame mi frente, tira la ficha que este juego es mío, olvida y tranca carajo, que ahora es que hay hombres, no escondas los tantos y suma hasta el cambio que nos vamos con treinta, venga la presidente ja, ja, ja, ya quisiera yo que vengan del gobierno hablarme pendejadas.
Silencioso miro cada uno de los contertulios, vio como en una radiografía estática y tridimensional las necesidades vivenciales de los jugadores, los brugales de mayitas, las frías de cenizas y los niños ahítos de miserias, la espera del cambio cotidiano y lo cotidiano de los hombres del cambio.
Cabizbajo, una lagrima furtiva escapo de su ojo izquierdo, mientras aprestaba su viejo bote de madera para regresar a la nada de los sueños inconclusos, nadie parirá los cambios que no luche por lograr, pensó mientras remaba al mar del poniente.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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