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martes, 18 de junio de 2013

TODOS Y CADA UNO


Estaba un hombre sentado en el firme de una loma, hacia poco que había escampado, después de llover torrencialmente por algunos días, veía que el arroyo desbordado se llevaba todo a su paso, debajo del firme donde él estaba asentado, personas, animales, casas y cosas, el los miraba de manera indiferente, pensaba con algún tipo de regocijo interno, que él estaba bien y lejos del centro del arroyo. Que me importa a mí, ni me llega, ni me pega, no pensaba en nada ni en nadie, solo en su seguridad y entre dejos suspirosos, pensaba en las ganancias que podía sacar del arroyo revuelto.
Levanto la vista para mirar un pequeño claro de luz, que pugnaba por salir, entre las nubes encapotadas, en un combate singular, en una lucha feroz, por desgarrar las nubes negras e imponer el sol, la lucha constante de la luz y la oscuridad. Sintió algo humedecer sus pantalones a la altura de sus pantorrillas, bajo la vista un momento con una sonrisa de seguridad  y, el arroyo se lo llevo.
A veces nos sentimos seguros e indiferentes, pensamos que en nuestros pequeños espacios estamos lejos de cualquier eventualidad, nos olvidamos de que somos parte de un todo, nos hacemos sordos y mudos  sin comprender, con nuestros egos atrofiados y condicionados, que la vida es un milagro breve, un suspiro en el viento que solo deja huellas, cuando somos los demás, en la esencia perfecta del todos

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