Lo heredé con la compra de Leo's y en cada una de las actividades estaba con su cámara en ristre solicitando a los parroquianos _”Oye se ven bonitos, una foto una fotica para el trago, eh”. No se podía decir que una fiesta estaba completa sin su presencia y los domingos, con los niños y el karaoke, era la culminación pues quería cantar todas las canciones del Sabina o de Joan Manuel.
Le gano por un tiempo la bebida, al punto que al llegar una noche a la discoteca me informaron que la policía lo había sacado detenido, demacrado al día siguiente vino a verme para pedirme excusas. Le hicieron un caso enorme y me vi en la obligación de testificar en su favor para evitarle problemas, por lo que un día se apareció con una poesía dedicada a mí.
Desde ese día comencé a investigar al hombre, supe que residía en esta ciudad por muchos años, que el primer periódico hispano fue fundado por el, que había escrito poesías por mucho tiempo y que la primera pena literaria del valle fue su creación.
Que la bebida le había ganado y sus noches no tenían la lira encantada y su voz apagada, solo se iluminaba para pedir otro, el ultimo, el de la salida. Que el corazón se le había secado de tanto amar el amor y a ella, la musa encantada y el candil luminoso de su estío.
En las últimas presentaciones de la Nobel sugerí hacerle un homenaje y una lectura de sus poesías, fue un éxito rotundo, pero terminado el evento, se apago por completo. Coincidencialmente lo volví a ver reflejado en un espejo una noche de farras en un bar del sur de la ciudad; hasta la semana pasada que al abrir el periódico me asaltaron sin ningún aviso previo, un tropel de palabras encadenadas que me hicieron el día hermoso y claro.
Hoy, volví a ver en el mismo periódico, al cantor de versos sencillos que en cada una de sus entregas nos hace escuchar el lamento sonoro del violín con el trepidante golpe del tambor, en una amalgama de rayos vivenciales de palabras, versos y música.
Salve poeta, siga manteniendo la escala para que los mortales podamos subir y contemplar desde el fondo, la luz de sus notas soberanas.
Sin ti, mi Azucena
Estas largas horas sin ti, mi Azucena, me hacen buscar lirios que calman las penas, ya no hay en mi jardín ni paz ni la guerra sin tu mirada al sol, sin tus oídos listos para mis poemas.
Te siento tan marchita como esas estrellas que alumbraron noches cuando eran tiniebla.
Estas largas noches sin ti, mi Azucena, al alma me llegan, pensando en la gente que muere en las guerras y en esas que viven sin saber del cadalso o la carpa de espera.
Me sobra agua, Azucena en el tintero y en inmensas cascada de poemas, me sobra agua debajo de las cejas para que marchita no te mueras como un Haití con sed, sin Dios ni primavera.
Me sobra agua desde metatarsos hasta la cabeza, tómame, trágame, Azucena, quiero en tus estambres celebrar la fiesta en cada pétalo que se torna en planeta.
Y cuando vengan en pos de la miel las abejas se unirán a la danza de cada Azucena, y el ojo voraz de cada guerra se volverá estrella que ha de alumbrar la faz de la tierra.
Tómame, trágame, Azucena que soy fuente del agua, el alma de ríos y lagos y toda la lluvia que cae en quisqueya.
Trágame, Azucena, no mueras de sed, como aquel Haití sin pan, luz ni hoguera.
Trágame, Azucena, no mueras de sed quiero ser océano entre tus arterias, payaso mojado en todas tus fiestas, la canción silente del polen, la vida en la savia que habita tus venas, el canto callado de la mariposa y todas la artes que pueblan la tierra.
Aris Valdez
Enero, 2010
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