
Algún día este silencio impuestos por los amos del ruido tronante de la historia, bajara en murmullos crecientes por cada adoquín del conde unificado, sumara a sus alas de mariposas todo el ulular de las palomas posadas en las estatuas regias del pasado.
Paseara por cada calle y callejón de la ciudad colonial enhiestando su mirada añeja donde las olas Caribe besan imponente el Ozama turbulento. Miles de pasos sostenidos, levitante en el copello, firmes, desataran los nudos de cada hornacina hueca del pasado.
Bajaran atronantes por las playas y los caminos de gravas vacilantes, subirán las montañas en cascada fulgurantes desde alto bandera, nizaito, el manaclar, confundiéndose golosas en costanza, maimón o estero hondo y en cada cerro en cada hondonada, hilvanando los contornos de la isla, gritará sin ningún pudor los nombres de los hombres y mujeres de la patria.
Asdrovel Tejeda Acevedo
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