En las últimas
semanas no había venido a esta ventana
porque de mi vida se alejo una persona singular y amada, partió una madrugada
artera llevándose con ella no solo la alegría, sino también el camino, se fundió
en el, cerrando tras de sí la puerta de las ilusiones, de la risa y dejando una
pena tan real e inmensa que es difícil superar.
Ahora que
comienzo a salir de las orillas del dolor, del dolor en su esencia más pura, no
puedo más que agradecer a la vida y a Dios por la bendición de haberla tenido.
Me la regaló el padre cuando apenas tenía un mes de nacido, cuando me abría a la
vida; Me enseñó la ternura, aprendí con mis
primeros pasos a conocer el amor materno y cuando dije mamá fue mirando su rostro, rostro que a lo largo de mi existencia siempre
me regalaba una sonrisa, aun en los momentos de dolor que nos regala el padre,
para que escalemos en el aprendizaje de la vida.
Nunca hubo
un reproche, nunca un dejo de fastidio, nunca una ausencia de ternura, siempre
fue amor constante y después de amor, amor de nuevo para reafirmar el amor del
comienzo que es la esencia de la vida. Nunca, nunca le agradecí bastante,
porque el amor no se agradece, se devuelve con mas amor, sin embargo siento la
necesidad imperiosa de decir, gracias, gracia, gracias…….MAMÁ.
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