El era un
humilde jornalero de un pueblo pobre del sur profundo, no sabía leer ni
escribir, pero dentro de sus limitadas aspiraciones, le hubiese gustado
escribir, para hacer poemas. Decidió un buen día ir a la capital, para buscar
otros medios de vida, menos acuciantes. Recogiendo botellas, lo único que podía
hacer, dada su falta de preparación, la vio bajándose de un carro de concho, en
la Hincado, frente a la puerta del Conde, su impresión fue tan grande, que de
repente, aprendió a leer y escribir, vacilante, se fue acercando a ella, le
dijo con voz susurrante, hola, ella lo miro de soslayo, él al verse reflejado
en sus ojos, se hizo filosofo, desde ese día, escribe los mejores poemas y
abrazado a ella, dicta cátedras de filosofía. No ha vuelto a su pueblo del sur
profundo, pues viaja todas las noches por el universo, agarrado del cabello de
ella.
Asdrovel A. Tejeda
Asdrovel A. Tejeda
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