Se bajó de la cama tan pronto abrió los ojos en la mañana, el viento golpeaba
la ventana, hacia frio, descorrió la Cortina y miró sin ver el
paisaje de la calle, todavía con los ojos cargados de sueños, encendió el televisor en el canal del tiempo, presuroso entro al baño y recordó que no había comprado
jabón en el supermercado la noche anterior, se mojo con agua caliente y tarareo
una canción.
Salió del
baño y entro al guardarropa, escogió una corbata cualquiera que no hacia
juego con la camisa, puso el café, se tomo la pastilla de la presión y una
aspirina, volvió a la ventana y miro sin ver la segunda vez, ahora estaba
despierto, sonó la cafetera , el café estaba listo, por un momento, escaso, recordó
un anafe y el aroma del café en el patio de la infancia y la sonrisa feliz de
la vieja pasándole el jarro de aluminio con el brebaje negro, sacudió el
recuerdo con movimientos leves de cabeza y encendió su primer cigarrillo.
Miro el
reloj por tercera o cuarta vez, chequeo el maletín, repaso su agenda, tacho dos
compromisos en la mañana, entendió que no tendría tiempo
de cumplirlos, eran demasiados, con un pedazo de pan a medio consumir, se sentó
en el espacio de la computadora, encendiéndola, el helooo tiene mensajes, le
abofeteo por primera vez en la mañana, decidió no oírlos y por un momento, como
un fogonazo congelado en el tiempo, le vino a la memoria el pequeño rio de su
pueblo, el parque con los amigos, el olor del pan recién hecho de la panadería del
barrio, el buen día vecino, como amaneció. Volvió a sacudirse el recuerdo, se paró
a planchar la camisa amarrilla, no hacia juego con la corbata.
Se puso el
traje de su vida nueva, que era vieja, se
miro al espejo y no se reconoció, esa cara tenía algún parecido, pero no era él,
se ajusto el nudo de la corbata, miro orgulloso su rolex en su mano izquierda,
su cartier en el marco de los espejuelos, su anillo de graduación, con brillantes
diamantinos en el borde, escogió un pañuelo, no hacia juego, ni con la corbata,
ni con la camisa.
Mientras ponía
la clave de la alarma le llego a la memoria la risa de sus amigos, la ternura
infinita de sus hermanos, los abrazos y saludos de los vecinos, cuando las
mariposas llegaban en abril, los locrios de Rhada en la liza y la lluvia
cantarina en el zinc.
Abrió la
puerta, salió y camino al elevador
presuroso, sonó su celular, le esperan, le dijo una voz grave, impersonal y acuciosa, fría, están aquí
y le esperan, por un momento, sólo por un momento, recordó que aun era posible
vivir.
Asdrovel A Tejeda Acevedo
Asdrovel A Tejeda Acevedo
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