Yo también,
alguna vez, tenía un amigo, que me hizo mirarme en el espejo y descubrió
la sangre de un poeta imaginario, que bebía en el vinagre de mis vinos y, reía los cuentos
contados cada día a la misma hora, repetidos en las árganas angustiosas de mis
días. Sí, yo también tenía un amigo.
Yo tenía un
amigo que dibujaba versos en una servilleta de papel y que reía con carcajadas
de metales en el espacio posible del cariño, que amigo tenia, amigo de todos
los amigos en el camino posible de verdades que no se dicen y que sin decir
sabemos, en la suma que resta, en la vanidad de querencias posibles, que
sostienen las querencias imposibles de verdades inconclusas.
Mi amigo
cantaba a Leo en los jueves de Fabio y perdía las letras arropado al sentimiento de la simetría poética, dibujada en su sonrisa,
cuando sus esmaltes escapaban a la luna en busca del lado oscuro en el
menguante que besan las mareas que empapan las playas.
Que amigo
me dio la vida, perdido en su paraíso le dio blancura a sus versos, en el
mantel de la historia. Que amigo me dio la vida, que tesoro en la memoria, como
su copa vacía me llena el pensamiento,
Como su ausencia se allega al redil de mis recuerdos. Que amigo me dio la vida,
que vida me dio un amigo, alguna vez, amigo.
Asdrovel A. Tejeda
Asdrovel A. Tejeda
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